La tecnología es una parte esencial de nuestra vida cotidiana, y también de nuestra educación. Gracias a la tecnología, podemos acceder a una gran cantidad de información, comunicarnos con personas de todo el mundo, desarrollar habilidades digitales y crear contenidos innovadores. La tecnología también nos permite personalizar el aprendizaje, adaptándolo a las necesidades, intereses y ritmos de cada estudiante. Así, la tecnología puede mejorar la calidad y la equidad de la educación, siempre que se utilice de forma adecuada y responsable.
Sin embargo, la tecnología también plantea algunos desafíos y riesgos para la educación. Por ejemplo, la tecnología puede distraer, desmotivar o aislar a los estudiantes, si no se integra de forma pedagógica y coherente. La tecnología también puede generar brechas digitales, si no se garantiza el acceso y el uso equitativo de los recursos tecnológicos. Además, la tecnología puede afectar a la ética y la integridad académica, si no se fomenta el pensamiento crítico y el respeto a la autoría y la propiedad intelectual.
Por lo anterior, es importante que la tecnología en la educación se rija por nuestras propias condiciones, y no por las de los proveedores o los mercados. Es decir, debemos establecer unos principios y unas normas que orienten el diseño y la aplicación de la tecnología en la enseñanza, de modo que ésta contribuya a los fines y los valores de la educación. Así, la tecnología debe estar al servicio de la educación, y no al revés.
Un ejemplo de la importancia de la tecnología en la educación lo hemos vivido recientemente con la pandemia de COVID-19, que ha obligado a cerrar las escuelas y a trasladar la enseñanza al ámbito virtual. Sin el uso de herramientas tecnológicas, no habría sido posible dar clases en la pandemia, ni mantener el contacto y el apoyo entre docentes, estudiantes y familias. La tecnología ha sido un recurso fundamental para garantizar la continuidad y la calidad educativa en un contexto de crisis sanitaria y social.
No obstante, la pandemia también ha evidenciado las limitaciones y los problemas de la tecnología en la educación, como la falta de infraestructura, de formación, de acompañamiento, de regulación y de evaluación. Por eso, es necesario aprender de esta experiencia y mejorar las condiciones y las prácticas de la tecnología en la educación, tanto en el ámbito presencial como en el ámbito virtual. Solo así podremos aprovechar todo el potencial de la tecnología para transformar la educación en la era digital.
Es por ello, que la disciplina de Tecnología con énfasis en informática es fundamental para la educación básica, ya que no solo se enseña a usar las herramientas tecnológicas, sino también a comprender su funcionamiento, su lógica, su programación y su aplicación. Así, los estudiantes desarrollan competencias que les permiten ser creadores y no solo consumidores de tecnología, ya que se les prepara para los desafíos y las oportunidades del siglo XXI. Por eso, es necesario que se promueva esta disciplina en todos los niveles educativos básicos y que se asignen más recursos para mejorar los equipos de cómputo.
¿Cuáles son los beneficios de integrar la tecnología en el aula?
¿Cuál es el papel de la informática en la preparación para el futuro?